jueves, 30 de junio de 2011

Bertha Von Suttner

“Después del verbo amar, el verbo ayudar es el más hermoso del mundo”
Carmen Corredor (Autora del texto)


República Checa, antes Checoslovaquia. 1843 – 1914. Fue la primera persona que recibió el Premio Nobel de la Paz. En una época, en la que primaban los principios militaristas, escribió en 1889 el libro Abajo las armas, una de las obras que más ha influido en el pensamiento pacifista moderno.

Nacida en el seno de la aristocracia austriaca, dio un giro a su vida para convertirse en una activista incansable en defensa del pacifismo. Desde muy joven se opuso con audacia al horror de la guerra. En uno de los países más militarizados de Europa, ella no paró de reivindicar de forma incansable “abajo las armas”. Así lo reconoció el comité que le otorgó el Premio Nobel de la Paz en 1905, que destacó la gran influencia que la baronesa Von Suttner había tenido en el crecimiento del movimiento pacifista internacional. Cuando lo recibió, Bertha llevaba ya media vida consagrada a la lucha contra la carrera armamentística y el pacifismo. Sin embargo, nadie hubiera pronosticado que rompería con todas las normas de la época, dado su origen aristocrático.

Bertha von Suttner, nacida condesa Kinsky, fue la hija póstuma de un mariscal de campo de la corte austriaca, un mundo donde el militarismo y el respeto a la tradición estaban fuertemente arraigados. Durante los primeros años de su vida, defendió, sin crítica, estos principios. Pero, a partir de la treintena, luchó, sin tregua, por modificarlos. Se trasladó entonces a Viena, donde conoció a su esposo, el barón von Suttner, que durante toda su vida la acompañó en la defensa de sus ideales. El matrimonio, que vivía de una forma modesta, se trasladó a Paris, donde a través de un anuncio en el que se buscaba a una secretaria, Bertha conoció a Alfred Nobel. Sólo trabajó con él una semana, pero afianzaron una amistad que duró 20 años. El trabajo realizado a lo largo de su vida por la baronesa a favor de la paz fue lo que inspiró al filántropo sueco a la creación del Nobel de la Paz, hoy uno de los galardones con más prestigio en el mundo. Bertha von Suttner fue la primera en recibirlo. La comunidad internacional reconoció la valentía de esta mujer adelantada a su época. “Es extraño lo ciega que está la gente. Se horrorizan ante las cámaras de tortura de la Edad Media, pero están orgullosos de tener sus arsenales llenos de armas”, aseguraba esta mujer librepensadora y agnóstica.

Su determinación como activista entregada y enérgica a favor de la paz se fraguó años antes, al entrar en contacto con la Asociación Internacional de Arbitraje y Paz, una organización fundada en Londres en 1880, cuyos objetivos eran el uso del arbitraje y la paz en los conflictos armados, en vez del uso de la fuerza. Un concepto muy novedoso, ya que, durante generaciones en Europa, la principal vía para solucionar los conflictos fue la utilización de las armas. A partir de este momento, Bertha se convirtió en una ferviente militante del diálogo para la resolución de conflictos. “Esta cuestión de si es la violencia o la ley la que debe prevalecer entre los Estados es el problema más vital de nuestra era y el que tiene unas repercusiones más serias”, decía la Baronesa.

Su labor fue incansable. Escribió libros, intervino en foros internacionales, creó sociedades pacifistas en Austria, Alemania y Hungría. Pero lo que le convirtió en un referente del movimiento pacifista internacional fue la publicación en 1889 de su novela Abajo las armas. Más allá de sus valores literarios, el verdadero mérito de esta obra es su contenido impactante, que tuvo una influencia determinante en su tiempo. Nadie hasta entonces había denunciado, de una manera tan rotunda y tan gráfica, el dolor, la maldad, la crueldad de la guerra, la soledad de los soldados heridos y abandonados, la pesadilla del campo de batalla, el pánico a la muerte. La novela no fue sólo un alegato contra la guerra, sino que además denunciaba una serie de principios que favorecían el espíritu belicista: la religión, que propiciaba la resignación; la cobardía como deshonra y la concepción de la guerra como una forma más de hacer política. La protagonista de su obra, Marta, lucha por cambiar los roles tradicionales de la mujer; es instruida, alterna con intelectuales, al margen de la clase social, no sólo no cree imprescindible que su esposo la proteja, sino que no le importa mantenerlo con tal de que abandone la carrera militar. La novela tuvo un impacto extraordinario en el público y el nombre de Bertha von Suttner se convirtió en sinónimo de paz y antimilitarismo. “Una de las verdades eternas”, afirmaba, es “que la felicidad se crea y se desarrolla en paz, y uno de los derechos eternos es el derecho de la persona a la vida. El instinto más fuerte” asevera, “es el de la conservación, este derecho, ratificado y santificado por el viejo mandamiento que dice no matarás”.

Su entregada labor le granjeó, también, el respeto de los principales gobernantes europeos. Su influencia fue determinante en las diferentes conferencias internacionales a favor de la paz e intervino en todos los foros de la época. En 1899, en la primera Conferencia de Paz de La Haya encabezó una delegación y fue la única mujer que intervino en el encuentro que, felizmente, terminó con la creación de la Corte Permanente de Arbitraje, origen de la Corte Internacional de Justicia, el principal órgano judicial de Naciones Unidas.

Bertha von Suttner fue también una europeísta. En el Congreso de la Paz, celebrado en Londres en 1908, repitió hasta la saciedad que Europa es una y que la unificación del viejo continente era el mejor remedio para evitar las catástrofes mundiales que empezaban a intuirse.

Austria le ha rendido homenaje grabando su retrato en las acuñaciones de la moneda de dos euros. Sus esfuerzos a favor de la paz no cesaron hasta el final de su vida. La “generalísimo“ del movimiento por la paz, como se la ha llamado, murió dos meses antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. No pudo detener la guerra, pero sí creó las bases para la construcción de un movimiento pacifista internacional sólido y para la difusión de estos ideales entre los ciudadanos de todo el mundo. Como bien dijo entonces, “los defensores del pacifismo son conscientes de la influencia los valores que defienden. Saben que todavía son pocos, pero son conscientes de que sirven a la mejor de las causas posibles”.

jueves, 26 de mayo de 2011

Yolande Mukagasana

“Acepto mi herencia del genocidio (ruandés) porque, si estoy viva, es para cumplir una misión”


Yolande Mukagasana nació en Ruanda en 1954. Enfermera, anestesista hasta el genocidio ruandés en 1994. Autora de varios libros sobre el genocidio y testimonios de supervivientes. Es coautora de la obra teatral Ruanda 94, escrita en 2002. Su labor ha ido reconocida con varios premios, entre otros, el Premio por el Testimonio y la Solidaridad, por la Fundación Alexandre Langer, Italia, Julio 1998, Premio por la Comprensión Internacional entre las Naciones y por los Derechos Humanos, en noviembre de 1999. Premio Paloma de Oro por la Paz, por su actividad periodística, por la Fundación Archivo Disarmo, Roma, Julio 2002, Premio de la Mujer del Siglo XXI por la Resistencia, por la Asociación de la Mujer del Centro Cultural de Schaerbeek, Bélgica, Marzo 2003. Mención de Honor en el Premio UNESCO de Educación por la Paz, Septiembre 2003. Premio del Coraje Moral, por el Comité Judío Americano, Washington D.C., Mayo 2008.

Tras fijar una cita por teléfono para quedar el mismo día, le digo que mi hijo me acompañará porque no pude dejárselo a nadie. Me contesta riéndose: “Menos mal porque si no traes a tu hijo, ¡no quiero verte por aquí!”. Nada mas traspasar el umbral de su hogar, me presenta a una de sus hijas adoptivas, Jeanne, y su recién nacido nieto de cinco días. Yolande es abuela, que no es poco…

La vida de Yolande como luchadora por la paz y por un mundo justo empieza cuando lo más importante para ella desaparece. Nos remontamos a abril de 1994 en Ruanda: sus tres hijos, su marido y sus hermanos son asesinados por las milicias hutus durante el genocidio que enterrará a un millón de tutsis y hutus “moderados”. Desde entonces Yolande lucha y se apoya en su inmenso dolor para sacar a la luz la verdad sobre el genocidio, para denunciar a aquellos que han armado a esas milicias y a los que, por su silencio, son culpables también del genocidio.

“No sé si elegí la vida pero me encontré viviendo”. Así se expresa Yolande tras sobrevivir a los meses de horror del genocidio. Desde entonces Yolande toma su pluma y desolada compone todo lo que ha visto con la inseguridad de pensar que nadie la iba a creer. Lo hace para sobrevivir, para evitar que sus seres queridos hayan muerto por nada. Siente que tiene que cumplir un cometido si la muerte no la ha elegido.

Algunos meses después, se exilia en Bélgica donde un sentimiento de abandono hacia sus hijos la invade desgarrándola y percatándose de que el origen de su cometido la espera en su tierra natal: Ruanda. Yolande regresa a sus raíces, a hablar con los huérfanos y las huérfanas, las viudas y reconstruye una morada en el mismo lugar donde las milicias un día arrasaron la suya. Visita la fosa común donde yacen sus hijos y les solicita autorización para cuidar a otros niños y niñas huérfanos del genocidio. Tres son acogidos. Rápidamente serán veintiuno en su hogar, entre ellos tres sobrinas que serán adoptadas oficialmente. “No puedo remplazar a vuestra mamá pero somos una familia recompuesta”, les responde Yolande cuando ellos la llaman mamá.

En la actualidad, Yolande reside en Bélgica. Los niños y las niñas acogidos son casi todos adultos, han sido escolarizados, poseen títulos académicos y universitarios, algunos están casados y con niños. Yolande habla del amor mutuo entre ella y esos niños como el punto de apoyo que le (les) permitió salir adelante, no dejarse morir.

En 1999 funda la asociación Nyamirambo Point d’Appui (Punto de Apoyo). Nyamirambo es el nombre del barrio donde vivía en Kigali, Ruanda. Desde entonces, la asociación saca adelante varios proyectos tanto en Ruanda, donde presta apoyo a distintas asociaciones locales, como en Bélgica.

En Ruanda, Nyamirambo Point d’Appui sustenta la creación de la Asociación de los Estudiantes Supervivientes del Genocidio (Association des Étudiants et Élèves Rescapés du Génocide, AERG), presentes en cada universidad y en varios Institutos de Secundaria del país a fecha de hoy. Yolande se manifiesta con mucha emoción sobre un proyecto en particular acometido en los institutos, donde el internado se practica ampliamente. Hace hincapié en que los niños y las niñas huérfanos de dichos institutos carecen de visitas familiares los fines de semana. Por lo tanto, han organizado un sistema de tutela donde un o una estudiante universitario les visita una vez al mes y se reúne asimismo con el profesorado. Son como hermanos y hermanas mayores para esos huérfanos.

La acción de Nyamirambo Point d’Appui dirige su trabajo también a las asociaciones de mujeres violadas y viudas del genocidio. Para aquellas que residen en zonas aisladas de la ciudad, han creado una sociedad de taxis-bicicletas que facilitan el transporte y la movilidad. Para otra asociación de mujeres, ha adquirido maquinas de coser y ha impartido cursos de formación y ahora esas mujeres son costureras profesionales. De hecho, venden la ropa que elaboran en el mercado local. En otra parte del país, un grupo de viudas ha sido ayudado para comprar dieciocho vacas con el objeto de facilitarles el cultivo de sus terrenos, con maíz y patatas, cuyos excedentes serán vendidos en el mercado local. Estas iniciativas permiten a estas mujeres sobrevivir tanto desde el punto de vista psicológico como económico y social, aportando una solidez a sus vidas.

Parece a la vez muy frágil y muy fuerte cuando me cuenta su historia y su lucha. Yolande se expresa de manera muy serena, emana paz. Sus sabias palabras son como verdades rotundas. No se siente odio ni deseo de venganza en su mensaje. De hecho ha podido hablar con los que mataron a los suyos cara a cara. Eran sus vecinos y amigos, a los que en su día cuidó cuando era enfermera en su barrio. Les escuchó lamentarse de lo que hicieron y está convencida que la reconciliación es posible.

A lo largo de esos años, su combate se ha extendido a la lucha por la tolerancia y la búsqueda de la justicia. No obstante, el miedo le invade al ver cómo el genocidio ruandés no ha sido el último, que otros han transcurrido y otros vendrán. Aún así no decae, su lucha y cometido es el “motor de su vida” y la única arma que tiene es la palabra, la escritura y el deseo de compartir su experiencia con todos aquellos y aquellas que la quieren oír. Y Yolande no para. Viaja mucho por el mundo difundiendo su historia, gritando su sufrimiento, nombrando lo “innombrable” a estudiantes, asociaciones por la memoria histórica, universidades, etc. Cuando habla de su vida, de su misión como superviviente del genocidio, dice: “Mi vida es una herramienta que el mundo puede utilizar para ser mejor”.

El mayor sueño de Yolande es poder movilizar a todas las mujeres de este planeta, que se levanten en contra de la guerra, porque son ellas las primeras victimas. “No se puede conseguir la paz matándose, eso no existe”. Pero con los pies sobre la tierra, lo que más desea para su país es que se ponga en marcha un proceso de reparación a las victimas del genocidio. “No pueden devolvernos nuestras vidas pero sí pueden darnos una vida digna”.

Yolande pone un punto final a nuestro encuentro dejando caer estas últimas palabras: “Mi espíritu es invencible, es lúcido. Quizás mi cuerpo no pueda seguir porque está más débil, envejece, pero mi espíritu esta aquí todavía…”.

Charlotte Van Den Abeele

miércoles, 13 de abril de 2011

Elise M. Boulding

(July 6, 1920 – June 24, 2010)


"Compartir en mayor medida los mundos de experiencia entre hombres y mujeres será un importante paso para el desarrollo humano” (Irene Comins Mingol, autora del texto)



Elise Boulding nació en Oslo, aunque muy pronto su familia emigró a los Estados Unidos, donde desarrollaría su trayectoria vital en las dos dimensiones que la caracterizan, como activista y como investigadora para la paz. Cabe destacar especialmente su trabajo en la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad que presidió durante varios años. En 1969 se doctoró en Sociología con un trabajo sobre los efectos de la modernización en los roles de las mujeres. Empieza entonces su faceta como investigadora, aunque siempre con el activismo como referente. Desde 1985 hasta su muerte fue profesora emérita de la Universidad de Colorado, y al final de sus días residía en North Hill, Massachusetts. Ha recibido numerosos premios por su trabajo en favor de la paz y fue nominada para el Premio Nobel de la Paz en 1990.

Elise Boulding ha destacado por sus aportaciones en tres áreas de trabajo pioneras: la investigación para la paz, los estudios sobre las mujeres y los Estudios de Futuro (Future Studies).

Considerada la matriarca de la Investigación para la Paz, Elise Boulding jugó un papel clave en la consolidación de esta disciplina desde 1950. En unos estudios inicialmente dominados por hombres y centrados en el análisis de la guerra, hizo contribuciones fundamentales que abrieron nuevas agendas de investigación. En primer lugar, incorporó el enfoque de paz, en un contexto en el que dominaba el estudio de la guerra. Elise priorizó el estudio del activismo pacifista y del rol de las ONG en la construcción de una cultura de paz. En segundo lugar, puso gran énfasis en el papel de la educación para la paz como vía para el cambio social. Y finalmente el enfoque de género, señalando por primera vez el potencial de las aportaciones de las mujeres para la paz. Cabe decir que el activismo y el cambio social son para Elise Boulding tanto el motor como el fin de la investigación para la paz. En este sentido ha abogado explícitamente por la integración retro-alimentaria entre investigación para la paz, educación para la paz y activismo pacifista. De hecho, su vida ha sido un intento constante de integrar, tanto en el ámbito privado como en el público, la educación, la investigación y el activismo por la paz.

La investigación de Elise Boulding sobre el papel de las mujeres en la construcción de la paz precede gran parte del trabajo sobre las capacidades de las mujeres para el cuidado de las personas y la paz desarrollado posteriormente por autoras como Birgit Brock-Utne, Carol Gilligan, Betty Reardon o Sara Ruddick. Su rigurosa y detallada investigación sobre los movimientos de mujeres por la paz a lo largo de los siglos XIX y XX es reseñable, especialmente su estudio de las redes nacionales e internacionales de mujeres por la paz. El feminismo social del XIX con una visión integral de los problemas sociales originó una serie de grupos transnacionales de mujeres preocupadas tanto por las malas condiciones laborales y de higiene como por la pobreza, la exclusión y las guerras. En este sentido, le gusta señalar a Elise Boulding que el feminismo social o humanista precedió al desarrollo del feminismo más especializado de la igualdad.

Según Elise Boulding, tres son las esferas de trabajo tradicionales de las mujeres que las vinculan con la construcción de una cultura de paz: La educación de la infancia —si se acepta que a los siete años los niños y niñas han creado una visión del mundo, las mujeres tienen una gran responsabilidad en ello—; el trabajo doméstico —no suficientemente reconocido por los economistas y que Boulding identifica como quinto mundo— y el trabajo por la paz —aunque nunca ha sido formalmente etiquetado—. Esta visión de las mujeres como cuidadoras y portadoras de los valores de una cultura de paz no es, según Boulding, esencialista. Boulding está convencida de que los hombres tienen mucho que aprender de las mujeres sobre empatía y cuidado. Sin embargo el trabajo de las mujeres ha sido tradicionalmente invisibilizado o analizado como actividad secundaria. Elise denuncia este fenómeno y reivindica el reconocimiento de las aportaciones y el legado de las mujeres así como la posibilidad de compartir estas tareas, y el espacio público y privado con los hombres en equidad. “Mi argumento no es esencialista, en el sentido de que las mujeres estén predispuestas biológicamente para el cuidado y el trabajo por la paz. Es más bien que el conocimiento de las mujeres y sus mundos de experiencia las han equipado para funcionar creativamente como trabajadoras para la paz en formas en que los hombres no han sido capacitados por sus conocimientos y experiencias. Esto, obviamente, puede cambiar. Compartir en mayor medida los mundos de experiencia entre hombres y mujeres será un importante paso en el desarrollo humano”.

Elise se esforzó como otras muchas feministas en no excluir a los hombres en su pensamiento. Concretamente denunció el sufrimiento que padecen muchos hombres que no disfrutan ni desean el rol que les ha asignado el mismo patriarcado: el sentimiento de humillación y fracaso, la soledad, el terror a ser débiles y la presión por ser auténticos hombres. Durante la infancia y la juventud, los chicos experimentan una socialización forzada en un estilo agresivo de dominación masculina. Hay hombres que intentan superar esas crisis cuestionando la propia identidad masculina asignada por el patriarcado pero otros encuentran una salida más fácil a través de la violencia doméstica, el trabajo como militares o en algún otro tipo de identidad agresiva, que se convierte en una forma, según Elise Boulding, de encarar la inseguridad masculina. Boulding, en este ámbito, hace un esfuerzo por estudiar y visibilizar también los movimientos de hombres por la igualdad y la paz.

Otro de los ámbitos de investigación de Elise Boulding han sido los Estudios de Futuro (Future Studies). Nuestra imagen del futuro determina la forma en que nos comportamos y lo que hacemos en el presente. Elise dirigió talleres, en la década de los ochenta, en los que conducía a través de la imaginación a pensar en el mundo que queremos para el futuro, en dos ámbitos: “Imagina un mundo sin armas” e “Imagina un mundo post-patriarcado”. Si las mujeres no son capaces de visibilizar cómo les gustaría que fuese el mundo en el futuro no serán capaces de emprender los pasos oportunos hacia ello. “¿Cómo sería, cómo funcionaría un futuro post-patriarcado?”, “Imagina un futuro sin armas, ¿cómo sería ese mundo?”. Tras el primer paso de fantasía e imaginación los y las participantes tienen que analizar el tipo de instituciones que sustentarían o harían posible ese futuro.

Elise Boulding ha sido capaz de conjugar investigación, activismo y educación para la paz. Es considerada matriarca de los estudios para la paz, secretaria general de IPRA (International Peace Research Association – Asociación Internacional de Investigación para la Paz) de 1988 a 1991, pionera en el reconocimiento del papel de las mujeres en la construcción de la paz. Se trata de una persona íntegra y singular, capaz —como dice en su trabajo biográfico Mary Lee Morrison— de dirigirse a las Naciones Unidas sin problema alguno, y en el siguiente segundo pararse para atar el zapato de un niño y estar atenta a las necesidades de ambos al mismo tiempo.